Revitalización de expresiones sonoras charrúas.
Experiencia en la Comunidad Charrúa Etriek.
El pueblo charrúa es originario del sur del litoral mesopotámico
argentino, Uruguay y sur de Brasil. Han habido, y hay, diversas parcialidades
que lo integran (bohanes, guenoa/minuan, yaros, arrachanes, etc.).
Posterior a las campañas de exterminio llevadas a cabo a partir de 1749
por la colonia española en el territorio hoy denominado provincia de Entre
Ríos, en los documentos sobre dicho espacio solo se ha registrado la nominación
"charrúa", asumida durante el
siglo XX para su nominación.
La persecución y hostigamiento iniciados entonces, de diversos modos y
perpetradas por otros actores, y con diversa intensidad, aún continúa
-demasiadas situaciones fuera de la toda historiografía científica, pero viva
en la memoria oral, y mucho en la cotidianidad-. Tal situación ha llevado al ocultamiento de la identidad, a
la imposibilidad de autonombrarnos, al ocultamiento de algunas manifestaciones
culturales, a un obligado silenciamiento; por supervivencia por momentos, y
para procurar evitar la discriminación, y el mal trato y estigmatización, en situaciones más actuales. El desarrollo de
estas estrategias, ha desembocado en que haya habido discontinuidades y
pérdidas, tanto de rasgos culturales como de la consciencia del origen de
aquellos que siguen vigentes.
Al inicio de la década de 1990, comienza a fortalecerse un proceso de re
asunción de la identidad nativa ancestral y revitalización cultural. Como parte
de ese proceso, se comenzaron a revalorizar antiguos rasgos culturales que han
persistido en la cotidianidad de nuestras costumbres, hábitos y modos de ser
(las relaciones de convivencia comunitaria –de hermandad, hospitalidad,
respeto, lealtad, valor de la autonomía-, la relación con el entorno natural
–la costa, el monte, el río, el arroyo y todo cuanto contienen; siendo parte de
ello-, la manifestación y práctica del ancat -alma/mundo interior/llama vital-,
en esas relaciones, etc.).
Con la consciencia de la identidad, sus orígenes, fuente y fundamento;
aflora la comprensión de situaciones y sensaciones experimentadas de las cuales
desconocíamos su por qué.
También se hacen evidentes, perceptibles; los huecos, los vacíos que nos
dejó el despojo desde la invasión -y que continúa-.
Y surge la necesidad de llenar esos huecos, de compensar esos vacíos; o
de alivio al menos, al dolor provocado por ello.
En los diferentes ámbitos de revitalización, de reafirmación de la
identidad, en la comunidad Charrúa Etriek, se optó por el afianzamiento de
aquellos rasgos, características, particularidades de la cultura que han
permanecido, que continúan vigentes tanto en lo cotidiano, como en situaciones
eventuales.
Es así como en ese proceso la revitalización cultural y los sentires
producidos -y las necesidades que asomaron a partir de ellos-, se comenzó a
utilizar la lengua ancestral en la producción de diversos textos y en canciones,
como medios de afianzamiento de la identidad étnica, y dentro de ello, de la
expresión del ancat.
Entonces, la música como acabada expresión de lo que implica ser humano
desde la inmaterialidad propia de ese ser,
es una concreta manifestación del ancat, de lo más profundo de la
identidad cultural, aportando al equilibrio integral.
Y es también testimonio de tensiones y conflictos, materializados en el
uso de la lengua nativa, en la temática expuesta cuando se lo hace en
castellano, y, desde lo sonoro y su organización (timbres, modos de emisión
vocal, relaciones sonoras específicas -ritmos, melodías, etc.-).
La relación con la sociedad criolla blanca y la inserción en su
urbanidad, así como la permeabilidad propia de las comunidades charrúas, ha
implicado que esas expresiones sonoras devengan por su propia existencia -en
esa relación con el mundo blanco-, en manifestación política, en denuncia y
resistencia al ecocidio, al despojo y al forzado silenciamiento, en demanda de
derechos a la vida, a la identidad, a la cultura, a la expresión.
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